sábado, julio 12, 2008
Alejandro Escoplo, personaje de una novela que no fue escrita
Ahí estás, Alejandro, pensando qué diablos haces otra vez fingiendo ser normal, en cómo zafar del mundo pero sin decirle su verdad, la verdad… qué palabra sin sentido, qué arrogancia, qué ceguera —te dices. Y te miras reflejado en la ventana: no soy tan feo o sí, sí soy un monstruo realmente: todo dependerá de la luz, de la perspectiva, y del ánimo, de tu ánimo por los suelos. Piensas, Alejandro, piensas que alguien te arrebató la pureza, aquella muchacha que iba por la pendiente hacia la playa mayor de Pelluhue: tú detrás, detrás de ella con una cámara, pensando, pensando siempre, Alejandro, que acaso después pudieran fotografiarse juntos abrazados, tomados de la mano, amorosamente unidas tu mano temblorosa y la suya apaciguadora. E irse así perdiendo calle arriba como si terminara todo igual que en una película muda, en un punto central hacia el que todo tiende a negro, sin día siguiente, sin esos mañanas donde todo entusiasmo se pudre.
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